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No es hospitalidad, es inteligencia. Airbnb acaba de recordárnoslo.

Por: FETUR Nacional

Todos dicen tener una base de datos, pero pocos entienden lo que eso significa. Una base de datos no es una lista ni una hoja de cálculo. No es una colección de nombres o correos. Es un sistema que registra movimiento, patrones, relaciones. Lo estático te dice quién es la persona; lo vivo te muestra cómo se comporta, cómo cambia, qué busca y cuándo vuelve.

Esa es la diferencia entre almacenar información y generar conocimiento. Lo primero acumula. Lo segundo aprende. Un directorio sirve para contactar a alguien. Una base de datos sirve para entenderlo. Y cuando la información se organiza con propósito, aparece lo que en turismo seguimos necesitando con urgencia: inteligencia.

Porque no se trata de tener más visitantes, sino de conocer mejor a los que ya llegaron. Saber de dónde vienen, cuánto tiempo se quedan, qué tipo de experiencia los atrae, qué los hace volver. Todo eso está en los datos, pero la mayoría de los negocios turísticos aún los ve como un trámite. Guardan nombres, correos, números de teléfono, pero no los cruzan, no los leen, no los interpretan. Son bases dormidas, sin movimiento, sin intención.

Una base viva, en cambio, respira. Se alimenta de cada interacción y construye memoria. Permite reconocer patrones: qué tipo de cliente reserva por temporada, quién viaja en familia, quién compra de último momento, quién prefiere pagar en efectivo, quién comparte contenido después de viajar. Esa lectura de comportamiento es la que transforma un negocio en un sistema de aprendizaje continuo.

Y en eso radica la diferencia entre los que dependen del azar y los que construyen estrategia. Porque cuando una base de datos se activa, deja de ser una herramienta y se convierte en un espejo del negocio. Refleja lo que funciona, lo que se repite, lo que conviene ajustar. Cada registro deja de ser un dato suelto para volverse parte de una red de información que te enseña a tomar mejores decisiones.

Hace unos días Airbnb anunció su intención de expandir su plataforma más allá del alojamiento, abriendo el espacio a eventos, experiencias y nuevos servicios que complementen la hospitalidad. A primera vista parece una diversificación comercial, pero en realidad es una jugada de datos. Lo que Airbnb está haciendo no es sumar productos, sino profundizar en el conocimiento de sus usuarios.

Durante más de una década, la empresa ha registrado millones de comportamientos: búsquedas, reservas, reseñas, preferencias, horarios, rutas. Con esa información, puede anticipar lo que las personas harán incluso antes de que lo sepan. Si ahora entra al terreno de los eventos, no lo hace por moda, sino por estrategia: quiere conectar lo que la gente hace cuando viaja con lo que la mueve a viajar.

Airbnb entendió que los datos son más valiosos cuando se cruzan entre sí. Que la verdadera riqueza no está en el número de usuarios, sino en las relaciones que se pueden leer entre ellos. Que cada acción deja una huella que, al analizarse, revela patrones de deseo, de consumo, de afinidad. Y eso, aplicado al turismo, es oro puro.

Mientras tanto, en América Latina seguimos mirando los datos como una obligación administrativa. Guardamos registros para cumplir requisitos, pero no para aprender de ellos. Los destinos no conversan entre sí, los hoteles no comparten información, los tour operadores trabajan en islas digitales. La información existe, pero desconectada, desperdiciada. Y cada punto aislado representa una oportunidad perdida de entender mejor al visitante y optimizar su experiencia.

Lo que Airbnb está haciendo es convertir su base de datos en una brújula global de comportamiento humano. Sabe que cada búsqueda, cada reserva y cada evento son piezas de un mismo rompecabezas: la manera en que las personas viven, se mueven, se relacionan. Con cada movimiento amplía su mapa de comprensión. No busca dominar el mercado de los eventos, busca dominar la información sobre lo que une a las personas a través del viaje.

Esa es la verdadera transición que el turismo en nuestra región tiene pendiente. Pasar de operar con datos estáticos a construir bases vivas. De registrar a los visitantes a entenderlos. De hablar de innovación como un discurso a usar los datos como una herramienta de soberanía. Porque el que controla la información, controla el rumbo.

Airbnb no está vendiendo más habitaciones ni más boletos. Está construyendo un sistema de conocimiento en tiempo real sobre cómo se comporta el mundo cuando se mueve. Y en un entorno así, no gana quien tiene más infraestructura, sino quien tiene la capacidad de leer los patrones correctos y actuar antes que los demás.

El turismo del futuro no será el de los grandes volúmenes, sino el de los datos bien entendidos. El que sepa aprender de su propio flujo será el que defina las reglas. Porque una base viva no guarda información, la transforma.

Margarita Carbajal Carmona

Actual Presidenta Nacional de la Federación de Empresarios Turísticos A.C. (FETUR). Con mas de 30 años de experiencia en el ámbito empresarial ha liderado proyectos exitosos en la industria, destacando como Directora General de MARTOM S.A. DE C.V., una reconocida Tour Operadora en Cozumel. Además, ha desempeñado roles clave en organizaciones de renombre, promoviendo el desarrollo de la implementación de tecnología en el sector turístico  y la colaboración empresarial.